sábado, 4 de diciembre de 2010

Lucrecio y el Cinismo inefeble del amor.

Lucrecio: quien descubre el alma, hasta sus rincones más dolorosos. Quien escribe con una fortaleza viril. Quien a la vez fue un representante del estoicismo: aquel es el personaje que me ha llamado la atención. Murió en sus propias manos, quizá probablemente como una víctima de su propio descubrimiento: el deseo ilusorio de los amantes de llegar a ser un solo ser, una sola carne y espíritu los lleva a una angustia dolorosa, a un sufrimiento profundo. Su descubrimiento, es justamente una “herida oculta”.

Sus versos, llenos de una malicia cínica, nos muestran la cruenta realidad que existe en quien ama y cree amar en profundidad. Puesto que la estrechez de cuerpos entre dos amantes, es siempre el deseo de la carne de formar un solo ser:

“…Inundados sus ojos y se abrazan

Una y mil veces, hasta hacerse daño.

Pero todo es inútil, vano esfuerzo,

Porque no pueden robar nada de ese cuerpo…”

[Lucrecio, La Herida Oculta, Lib. IV]

Las dos partes, se estrechan y se buscan, dentro de sus caricias, miradas, besos, etc. Todo aquello es un intento, bastante iluso e improbable, de formar una sola carne, para así sentir lo mismo.

Frente a esta situación, que parece inexplicable por sí misma, nos preguntamos: ¿Acaso es la medida en la que se estrechan, la medida en que se aman y tratan de formar un solo ser?

Representa la respuesta a esto siempre la voluntad. Una voluntad plenamente natural (por lo tanto irracional) los arrastra a la cercanía, al beso, la caricia y al coito. Esta voluntad plenamente natural Schopenhauer la llamaría Wille Zum Leben [1] (Voluntad de Vivir) y explicaría que es un instinto plenamente natural que está dirigido a todo organismo vivo, para que se reproduzca y así pueda seguir la vida, y se preserve la especie. Pero según su lógica: ¿De quién es esta voluntad de vivir? a esto responderá sardónicamente que quien quiere vivir, es quien planea existir, luego de la unión sexual de los amantes. La causa de todo amor, según Schopenhauer, es siempre el niño que nacería de unión de pareja.

Pero frente a esto, Lucrecio postula que la trascendencia amorosa que se quiere lograr no es un ser más, un bebé; sino que es un deseo de internalizar a la persona amada, o bien internalizar al propio ser en la amada. No obstante, como aquello no puede lograrse, se vuelve una destructiva y dolorosa herida, pero una herida que es invisibilizada por la pasión de los amantes, quienes realmente no saben lo que quieren y siguen estrechándose una y otra vez.

¡Cuán trágica es la situación retratada! Nuevamente, haré dialogar al amargo Schopenhauer, con el triste Lucrecio: el deseo al saciarse, no hace más que reproducirse y engrandecerse en otro deseo, pero jamás llegando a la plenitud o felicidad [2]. Pues el primer deseo de un hombre, al ver a quien será su futura amante, será, quizás, abrazarla. Luego de cumplido este deseo, será un besarla y así seguirá en un espiral ascendente en el que finalizará con un hastío o un sufrimiento. Lucrecio descubrió, a su modo, lo mismo que Schopenhauer:

“Y es que ellos mismos saben que no saben

Lo que desean y, al mismo tiempo, buscan

Cómo saciar ese deseo que les consume,

Sin que puedan hallar remedio,

De su enfermedad mortal…”

[Lucrecio, La Herida Oculta, Lib. IV]

Pues el deseo, tanto en Schopenhauer, como en Lucrecio, es un mal que nos produce el sufrimiento y además es un imperativo destructor de la vida humana: el deseo para estos dos es la enfermedad de la vida, que consume nuestro ser y que nos pide más y más. En el caso de Schopenhauer, se puede identificar explícitamente en esta cita: "El hombre no es nunca feliz, pero se pasa toda la vida corriendo en pos de algo que cree ha de hacerle feliz. Rara vez alcanza su objetivo, y cuando lo logra solamente consigue verse desilusionado."

El deseo, más profundo, que nos produce el amor, es unirse total y completamente a la persona amada, para Lucrecio. Pero este deseo, tristemente, jamás puede ser concluido, jamás se podrá ser físicamente un ser, como diría Lucrecio:

Tanta pasión inútil ponen en adherirse…”

[Lucrecio, La Herida Oculta, Lib. IV]

Todo su deseo, todo su entusiasmo, finalmente no es sino una futilidad, un vacío. El deseo más profundo de los amantes es vacuo, triste e irrealizable.

La fase en la cual el deseo falla, es decir, que no puede llegar a ser, Schopenhauer la hubo de identificar con el sufrimiento… A su vez, Lucrecio la halló una “enfermedad mortal”.

Estas dos almas: Schopenhauer y Lucrecio, me parecieron dignas de dialogar, pues son dos importantes exponentes del pesimismo. Schopenhauer desde la filosofía post-kantiana, en tanto que Lucrecio en sus versos que guardan cierto estoicismo. Sus palabras atraviesan los tiempos y llegan a estar aquí, ahora, los dos juntos. Dialogando sobre la pasión de los amantes, pero evidentemente, con un tinte amargo y pesimista.

Estos dos, pareciesen ser unos “reporteros de la eternidad”, sus palabras atraviesan todos los tiempos y nos llegan con toda su crueldad, pura y sincera hoy en día. A pesar de ser de culturas y tiempos distintos.

Finalmente, identifiqué la magnánimamente poderosa exposición que Lucrecio hace del deseo de los amantes: se aventuró hasta llegar a lo más profundo del sufrimiento humano, arrancó de allí este gran tumor y nos lo vino a mostrar; El sufrimiento profundo –en palabras de Schopenhauer- mientras que para Lucrecio: la “Enfermedad mortal”, es la que padecen los amantes ante la imposibilidad de llevar a cabo su deseo más profundo: el de la unidad.

La única huída, ya sea desde el estoicismo [3], o bien, desde el pesimismo filosófico de Schopenhauer, es el no desear. Esta es la única manera de escapar del sufrimiento y su ausencia, sería la felicidad.

Por vida feliz hay que entender siempre la menos desdichada; es decir, soportable. Y realmente, la vida no se nos ha dado para gozarla, sino para sufrirla, para pagarla.”- Arthur Schopenhauer.

Bibliografía

[1] Schopenhauer, Arthur. El amor, las mujeres y la muerte. Edaf S.A. 2001

[2] Schopenhauer, Arthur. El mundo como Voluntad y Representación. FCE. 2003

[3] Onfray, Michel. Cinismos: Retrato de los filósofos llamados perros. Paidós. 2002

Hliðskjálf.

1 comentario:

Luthien dijo...

Ese poema de Lucrecio es sinceramente desgarrador, es un espejo que se exibe en el momento mismo del acto, a un publico que esta vez se siente más repesentado que nunca. Nos revela los secretos del alma, los secretos del amor, esa oscura intencion de poseer vanamente a un otro, cuando ilusoriamente ni siquiera nosotros nos poseemos; nos devela tambien esa idea de poder que se oculta detras de toda relacion, ese enfrentamiento en palabras, caricias, besos, abrazos y todo aquello que sigue, ¿quien es el mas fuerte? La batalla lo dira.

Por su lado nuestro querido Schopenhauer, nos dice que el deseo solo termina en desilucion y que aquello que pensamos que es puro amor, mariposas, union y eternidad, no es mas que la especie, malevola y conspiradora, que quiere unir a dos desconcidos solo para "mejorar" un ser de quien los amantes poco saben; y pobre de quien no lo vea, pues ya es consumido por la dulce ilusion del "amor".

Que mas puedo agregar, tan solo decir que me siento desnuda,develada y expuesta ante tanta verdad.

Formo parte de la ilusion y quiero algo que jamas tendre.