sábado, 10 de julio de 2010

Reflexiones en torno a la Dialéctica Erística, desde una perspectiva estética, epistémica y ontológica.

Introducción

A continuación desarrollaré críticamente la dialéctica erística desde una perspectiva estética, epistémica y ontológica, pues los trabajos y visiones acerca de este tema han sido cegados y sesgados por un hálito nocivo de pesimismo, o bien de racionalismo matemático.

Me parece importante, aportar con una nueva mirada a esta metodología discursiva, porque existen figuras retóricas dotadas de bastante belleza (belleza poética, incluso) que se ven despreciadas por los métodos retóricos tradicionales, siendo etiquetadas de falacias a veces, o de inconsistencias del lenguaje. Producto de estas etiquetas, han sido dejadas de lado, invisibilizadas a la hora de realizar una argumentación, siendo que estas figuras tienen un carácter bello y yo, como buen hedonista, planeo defender los valores del placer estético.

Pues la estética, sostengo, debe pertenecer a la configuración de todas las cosas, por lo que me niego a habitar en un mundo totalmente vacío de belleza y lleno de rigores metódicos que no corresponden siempre con nuestra naturaleza más íntima.

Y desarrollaré mi trabajo, tomando ciertos tópicos de la erística, pero de ningún modo, planeo trabajarlos todos (puesto que son más de treinta), tomaré aquellos que sean más fieles representantes de la belleza de la cual he hablado. Tomando así un tono algo más prudente, pues desarrollar toda la erística desde una perspectiva estética, sería bastante soberbio… además que no todos los tópicos erísticos son dignos de ser defendidos, puesto que algunos detentan una vulgaridad discursiva que tiene mucho de lejano a la belleza y mucha cercanía a las así llamadas “estrategias instintivas”[1] que tienen por fin la apariencia de tener la razón, más allá de, objetivamente, tener la razón (tal es el caso de argumentos Ad hominem, ex concessis, ad personam, etc.).

Marco Teórico

La dialéctica erística ha sido analizada y criticada anteriormente por dos grandes filósofos: Aristóteles (en sus Tópicos) y Schopenhauer (en su Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en 38 estratagemas).

Pero estos dos han tratado esta problemática desde una perspectiva algo sesgada, por decir lo menos, pues han mirado la erística con ojos demasiado desconfiados:

Aristóteles sostiene que la erística es sólo una forma de forzar la apariencia de tener la razón, a través de inconsistencias lógicas y de falacias argumentativas (a pesar de que este concepto sea acuñado más contemporáneamente) y que son resultado de un azar.

En definitiva, sostiene que es llevar una argumentación como quien lleva una contienda; una pelea en la que los medios para ganar no obedecen al rigor lógico, ni a los principios de la razón, ni a los de la verdad. Aristóteles afirma que la dialéctica erística obedece a la opinión y tiende a alejarse de la verdad:

Las proposiciones se consideran filosóficamente según la verdad y dialécticamente teniendo en cuenta la credibilidad o el aplauso que obtienen en la opinión de los otros.

[Tópicos I, 2]

Schopenhauer por su parte, asevera que el afán por tener la apariencia de tener la razón es una forma de corresponder a la naturaleza maligna del ser humano. O sea, el hombre usa la erística para vencer a su contrincante a como dé lugar, para así obtener la gloria, sin importar que esta haya sido lograda por medios decadentes.

Ahora que ya hemos visto las distintas posturas con las que se ha visto la dialéctica erística, pasemos ahora a definirla:

  • La dialéctica erística es una metodología discursiva en la que se defienden las tesis o posiciones, por medio de tópicos argumentativos, de los cuales, algunos han sido tachados y excluidos de la oratoria tradicional por ser falacias argumentativas (ejemplo de esto son las falacias ad hominem, ad personam, ex concessis, non causae ut causae, etc.) sin embargo otras no han sido consideradas falacias, tal es el caso de la generalización, la aporía y las paradojas.

Este tipo de metodologías fueron usadas en la antigüedad por los célebres sofistas (lo que quizá sea causa de la condena que Aristóteles hace de estas metodologías). E incluso, algunas de estas estrategias han sido llamadas, desde tiempos antiguos, sofismas, en honor a estos antiguos oradores, pensadores y políticos. También en la antigüedad existió una escuela dedicada a estas argumentaciones retóricas y tildadas de inconsistentes, y su nombre, justamente, fue el de erísticos (cuya etimología significa “los que disputan por disputar”) Habitaron en Megara y fueron discípulos de Parménides, quien afirmaba que el Ser, era uno sólo.

A continuación, trataré de demostrar el contenido trascendental que esconden este tipo de argumentos, que por ser paradójicos o aporéticos, son desdeñados y dejados de lado. Sin tomar en cuenta su sutil estética y su carácter duramente epistémico y a veces ontológico.

Desarrollo

Erística en la filosofía antigua.

Como ya se ha dicho anteriormente, la erística, se desarrolló en gran medida dentro de la escuela eleática, de donde vienen dos grandes pensadores, los cuales como maestro y discípulo son los precursores de la ontología del ser.

Parménides, fue un filósofo presocrático que escribía a través de poemas y planteaba la absoluta inmovilidad, inmortalidad e inmutabilidad del ser, lo hizo a través de un poema así llamado Peri Fyseos[2] (o sobre la naturaleza).

Dicha postura ontológica era la antítesis de la dominante, la de Heráclito de Éfeso (también conocido por Heráclito el oscuro), quien afirmaba que el Ser estaba en un constante y eterno devenir.

Ahora bien, citando las principales máximas ontológicas que estos dos sujetos tuvieron:

  • El ser posee la perfección suprema, siendo parecido a una esfera enteramente redonda” [Parménides][3].
  • El mismo ser vive y está muerto; duerme y está en vela, es joven y viejo” [Heráclito][4].

La tesis de Parménides, el monismo eléata, debía ser defendido por todos los medios posibles; tal es el caso, que Zenón, su discípulo, planteo la conocida paradoja de Aquiles y la Tortuga para demostrar la inviabilidad del movimiento, para los ojos de la razón. Pero esta disputa por defender la tesis monista del gran maestro no quedó ahí…

Posteriormente los grandes disputadores, los erísticos, localizados en Mégara, tratarían de demostrar la inviabilidad del movimiento por medio de el silogismo erístico (así bautizado por Aristóteles[5]) planteando dos premisas, pero su conclusión llevó a la más absurda paradoja. Veamos:

Tenemos lo que no hemos perdido. Tú no has perdido nada; por lo tanto, tú no tienes nada.”

Este tipo de argumentaciones aporéticas, serían catalogadas, por el discípulo platónico, como resultados de un azar, así y sin más.

Esto demuestra el desprecio histórico que se ha dado de este tipo de enunciados, siendo rechazados por no justificar nada. Sin embargo, es poco generoso, no ver el lado estético de este tipo de paradojas; pues realmente un azar no hace arte[6], ni poesía según las palabras del mismo sujeto que desprecia este tipo de argumentaciones.

Finalmente, es bastante curiosa la manera en la que se ha tratado estas verdades del lenguaje, pues si analizamos las premisas, no tienen ningún tipo de error. Pero la conclusión al ser paradójica, Aristóteles como buen devoto de la razón, escapa simplemente, y sin más, de este tipo de paradojas. Puesto, además, que se dedica a investigar el tema del cambio, el movimiento, la generación y la corrupción; por lo que esta verdad representa la antítesis de su pensamiento.

Preguntas:

  • ¿Prueba realmente la inviabilidad de los movimientos (el de posesión en este caso) este tipo de argumentaciones?
  • Si no lo prueban: ¿Es, acaso, filosófico desdeñar rápidamente y sin mayor reflexión este tipo de argumentaciones?
  • ¿Existe acaso el movimiento, o el ser es uno sólo y las cosas jamás se generan, ni se destruyen?
  • Este tipo de verdades del lenguaje: ¿Corresponden con la verdad de la praxis?


Erística en las disputas vulgares

Arthur Schopenhauer, expone en su libro no autorizado: Dialéctica erística o el arte de tener la razón, expuesta en 38 estratagemas, las estrategias que se ocupan, instintivamente, dentro de las disputas o debates. De sus estratagemas erísticas escogí la número treinta y tres, para desarrollarla:

<>.

Mediante este sofisma se conceden las razones pero se niegan las consecuencias; está en contradicción con la regla a ratione ad rationatum valet consequentia [Tiene que haber consecutividad necesaria entre la causa y su efecto] Tal afirmación supone una imposibilidad: lo que en la teoría es verdadero debe serlo también en la práctica; si esto no se verifica, habrá un fallo en la teoría; algo se omitió y no salió bien la cuenta; consecuentemente, también la teoría es falsa.[7]

Como podemos ver, esta estrategia hace inválida la tesis del adversario; este tipo de contraargumentaciones son del tipo más despiadado y común de las que se pueden apreciar a diario.

Pues, a través de estas argumentaciones, es que no se puede defender ningún tipo de idealismo respecto de valores trascendentales al ser humano como el amor, la libertad, la honestidad, la unidad etc. Porque siempre terminan chocando con la praxis, las cosas llegan a un tope. El más típico, es la mención de cualquier suceso histórico, en el que los sujetos deban morir a causa de estos valores; pero generalmente, no nos encontraremos con contrincantes que aseveren, llenos de coraje, que perderían la vida por cualquiera de estos valores, sino que siempre primará el resguardo de la propia especie, ante los ideales.

Pero, la belleza de este tipo de argumentaciones, erradica en que desarticulan cualquier tipo de discursos basados en la persuasión, con la utilización de un mínimo de pesimismo, y toda la tesis cae por el peso de sus valores, inviables en la realidad y en la posmodernidad, donde los valores y los principios, han caído al relativismo y al pragmatismo.

Y este tema ha sido tomado por un gran escritor francés, que ha sido catalogado de “Existencialista”, Albert Camus. Puesto que en su novela “El Extranjero” muestra a un personaje completamente ajeno a todos estos valores, un nihilista, un sujeto que no cree en absolutamente nada.

Estos valores, así llamados durante milenios “los valores elevados” o virtudes. han sido transmutados y criticados, por dos figuras contemporáneas del siglo XIX: Friedrich Nietzsche y Oscar Wilde.

Friedrich Nietzsche abarcaría las virtudes durante toda su bibliografía, pues el proyecto principal de su “Filosofía a martillazos” pareciese ser la transmutación de los valores, la creación de las propias virtudes, a través de la destrucción de los valores tradicionales, para dar paso así, a la propia creatividad, para crear nuevos principios que representen nuestro ser.

Nietzsche se propone dejar la moral del bien y del mal, para poder así pasar a una ética del ser o el noser. Hacer de la ética un juego en el que seleccionamos los valores, a medida en que vamos conociendo quiénes somos realmente. Pues el tener virtudes, por el sólo hecho de que sean consideradas, por el pueblo, como elevadas, significa dejar de lado la conformación de lo que somos realmente.

Así, este filósofo alemán desdeñaría a quien no se dedicara a “construir” sus propios valores:

Hay quienes llaman virtudes a las perezas de sus vicios”

[Nietzsche. Así Habló Zaratustra.[8]]

De modo que todos los argumentos que buscan desligarse de la práctica, del día a día, crean una ilusión de trascendencia.

La belleza fundamental de la estratagema erística señalada con anterioridad, se encuentra en la carga ideológica que conlleva; un pesimismo duro con respecto a los valores que la sociedad nos inculca y un voluntarismo poderoso respecto de lo que debemos y no debemos hacer.

Finalmente, sería bueno agregar lo bello de un argumento, que extermina de raíz cualquier tipo de discurso trascendental, respecto de los valores y que deja de lado la praxis; por lo que esta estratagema, sería el martillo más poderoso que destruye todas las argumentaciones políticas y religiosas, siendo, quizá, este relativismo respecto de los valores, la forma principal de luchar contra las relaciones de poder y las lógicas coercitivas. de las verdades que pretenden, siempre, la dominación de los sujetos[9].

Entonces, por conclusión, la belleza de esta estratagema, lejos de encontrarse en su forma de desenvolverse lingüísticamente, se encuentra en el efecto que provoca.

Pues, paradójicamente, el relativizar la libertad, terminaría generando la verdadera libertad, que se encuentra en el relativismo ético y en el pragmatismo del día a día.

Preguntas:

  • ¿Sería adecuado dejar de lado completamente los valores tradicionales para poder así seguir los dictados de nuestra voluntad?
  • La estratagema 33: ¿Logra desarticular las lógicas más profundas del poder?
  • ¿Es bella la libertad?
  • ¿Es acaso, este pesimismo que niega los valores, una liberación de esta gran masa conceptual de virtudes, que nos han inculcado?


Erística desde la literatura de Oscar Wilde

En su gran obra El Retrato de Dorian Gray, este escritor inglés, ha puesto de manifiesto su visión de mundo, quizá en un sentido muy profundo. En este relato aparece un personaje, bastante peculiar, que es descrito como un señor dedicado al “aristocrático arte de no hacer absolutamente nada[10], juicio bastante injusto a un personaje como Lord Henry Wotton, quien hace de sus conversaciones una total obra arte y de sus discursos música hecha palabras.

Pues, este singular lord, es el vocero de Oscar Wilde, al declamar un permanente discurso a favor de un hedonismo artístico y de un desdeño a los valores tradicionales, siendo un personaje que sólo es digno de equiparable con el gran Nietzsche, puesto a su escepticismo duro respecto de las virtudes promulgadas por el mundo entero.

Mostraré a continuación, una disputa que Lord Henry sostiene con una aristocrática lady respecto de valores trascendentales mencionados en la sección anterior :

_¿Qué es el arte?_ pregunta lady Gladys.

_Una enfermedad_ responde el Lord.

_¿Y el amor?.

_Una ilusión.

_¿La religión?

_Lo que sustituye sutilmente a la fe.

_Eres un escéptico. [Esto será fundamental para tratarlo más adelante]

_¡Nunca! El escepticismo es el comienzo de la fe.

_¿Qué eres entonces?

_Definir es limitar.

_Dame una guía.

_Se han roto los hilos. Te perderías en el laberinto.

_Me aturdes. Hablemos de otra cosa

Como podemos ver, Lord Henry es un personaje bastante lúdico para llevar sus conversaciones; pero a la vez es un genio; puesto que, al parecer, sus juegos retóricos envuelven una reflexión más profunda de lo que parece…

Sus conversaciones, son música hecha diálogo. Y la erística es el arte de discutir, el “disputar por disputar”, se puede ver perfectamente en este extracto del diálogo la creciente preocupación, del entorno que rodea a Henry, de saber qué es lo que realmente piensa, pues afirma muchas cosas y niega más, aún, con cada cosa que dice.

Este personaje, considero que es, casi, un arquetipo de “lo erístico”. Porque, durante gran parte de la novela da una serie de discursos, que parecen contradecirse con sus prácticas cotidianas. Citando un ejemplo, habla pestes acerca del matrimonio, pero está casado.

Esto nos recuerda a los defensores del monismo eléata, quienes defendían la inamovilidad de los entes, sin embargo, ellos se movían bastante; de hecho, la doxografía cuenta que en algún momento visitaron la gran Atenas, para colmo siendo originarios de la península itálica[11].

Finalmente, citaré nuevamente una estratagema (la treinta y dos esta vez) erística propuesta por Schopenhauer, para conectarla con un punto clave que señalé del diálogo anterior:

Una forma rápida de invalidar o, al menos, hacer sospechosa una afirmación del adversario que no nos conviene es subsumirla bajo una categoría aborrecible con la que pueda tener alguna semejanza, con la que se la relaciona sin más: por ejemplo <>. _Con lo que suponemos dos cosas 1) que la afirmación es idéntica o, al menos, está contenida en tal categoría y podemos exclamar: << ¡Oh, esto no es nuevo para nosotros!>> y 2) que tal categoría ya está refutada del todo y no puede contener ni una sóla palabra de verdad.

Esto lo digo, porque hay un punto del diálogo donde, Lady Gladys le pone la etiqueta a Lord Henry de “escéptico”, esta estratagema busca, por medio de encasillar al sujeto dentro de un marco ideológico, político, religioso o filosófico; invalidarlo en su totalidad a través de argumentos en contra de esas perspectivas del pensamiento.

Esta estrategia es una de las más despiadadas, por lo que conviene aconsejar nunca caer en ese juego, pues las discusiones pierden el rumbo de especificidad que tienen y se vuelven, en cambio, hacia una disputa por ideas macro, logrando dejar de lado los casos particulares de una discusión.

Preguntas:

· ¿Es acaso el definir un limitar?

· Si encasillamos a alguien dentro de un marco ideológico ¿lo estamos limitando y preparando, para darle un golpe de gracia argumentativo?

· ¿Es acaso bello vivir limitando los discursos a términos ideológicos?

Conclusión

Concluyendo este trabajo, luego de haber hecho una pincelada, algo superficial, respecto de lo que es la Dialéctica Erística, sus implicancias estéticas y epistémicas.

Sin embargo, sería bueno aclarar que no pretendo validar argumentos falaces, dentro de argumentaciones serias. En otras palabras, no es el foco de mi investigación el legitimar prácticas inconsistentes en trabajos académicos, ni falacias dentro de discusiones académicas como una regla general.

Mi objeto es que estos tópicos mostrados, se den para una reflexión introspectiva respecto de lo que se nos ha determinado como lo “filosófico” y lo “no-filosófico”, porque la condena de los disputadores, ha sido un tema transversal a la filosofía antigua, puesto que a los sofistas se les ha condenado de ser “filósofos que no hacen filosofía”[12].

Me parece que este tipo de distanciamiento ha sido bastante arbitrario y permeado por un sinfín de factores (incluso el económico, quizá…), y que debe ser tratado de una manera más crítica y cuidadosa a la vez.

Como hemos podido ver, desarrollé desde la dialéctica tres grandes problemas:

  1. El dilema de la retórica tradicional respecto de los niveles de legitimidad que se le han establecido a estas prácticas discursivas.
  2. El Problema del movimiento y la ontología antigua, la disputa por lo que es realmente, si es acaso el movimiento o la eternidad esférica del monismo.
  3. La conformación ética y moral de los sujetos, acerca de la ideología o el pesimismo respecto de la trascendencia, en pos de la contingencia práctica.

Finalmente, quería agregar que este trabajo de investigación, sería un principio para empezar un largo proceso de fundamentación, acerca de si la ética y la estética son cosas que deban estar juntas e intrínsecas.

Esta problemática sólo la dejé entrever, implícitamente durante el desarrollo del trabajo, debido a que es un problema bastante complejo.

Y le dirijo mis reflexiones el/la lector/a:

· ¿Es acaso la dialéctica erística algo malvado y horrible o un método bello y conveniente?

· ¿Corresponde este “Lenguaje de contienda” a una naturaleza maligna del ser humano?

· ¿Se debe integrar la erística al contexto filosófico duro?

Bibliografía

  • Aristóteles. Tratados de la lógica. Editorial Gredos. Madrid: 1995.
  • Aristóteles. Metafísica. Editorial Austral. España: 2003.
  • Cassin, Barbara. El Efecto Sofístico. FCE, México: 2008.
  • Gómez Lobo, Alfonso. Parménides. Editorial Charcas, Buenos Aires: 1985
  • Ibáñez, Tomás. Contra la dominación. Ed. Gedisa, España: 2005.
  • Kirk – Raven. Los filósofos presocráticos. Tr. Jesús García Fernández. Gredos, 2da. Ed. Madrid: 1987.
  • Nietzsche, Friedrich. Así Habló Zaratustra. Ediciones Gabriela. San Diego, Santiago: 2007
  • Platón. Parménides. Ed. Argonauta. Buenos Aires: 1944.
  • Schopenhauer, A. (1997). Dialéctica erística o el arte de tener la razón, expuesta en 38 estratagemas. Editorial Trotta: 1997.
  • Wilde, Oscar. El Retrato de Dorian Grey. Editorial Planeta. España: 2001.


[1] Schopenhauer, A. (1997). Dialéctica erística o el arte de tener la razón, expuesta en 38 estratagemas. Editorial Trotta: 1997.

[2] Gómez Lobo, Alfonso. Parménides. Editorial Charcas, Buenos Aires: 1985

[3] Ibíd.

[4] Kirk – Raven. Los filósofos presocráticos. Tr. Jesús García Fernández. Gredos, 2da. Ed. Madrid: 1987.

[5] Aristóteles. Tratados de la lógica. Editorial Gredos. Madrid: 1995.

[6] Aristóteles. Metafísica. Editorial Austral. España: 2003.

[7] Op. Cit.

[8] Nietzsche, Friedrich. Así Habló Zaratustra. Ediciones Gabriela. San Diego, Santiago: 2007.

[9] Ibáñez, Tomás. Contra la dominación. Ed. Gedisa, España: 2005.

[10] Wilde, Oscar. El Retrato de Dorian Grey. Editorial Planeta. España: 2001.

[11] Platón. Parménides. Ed. Argonauta. Buenos Aires: 1944.

[12] Cassin, Barbara. El Efecto Sofístico. FCE, México: 2008.